Karel

Dicker

Capturando la esencia del tiempo suspendido, Karel Dicker (b. Schimmert, 1989) rememora los tonos de una mañana o la fragancia de una tarde, trasladando estos recuerdos al lienzo. Su arte gira en torno a un espectro que abarca desde las necesidades humanas fundamentales hasta las tradiciones culturales: un vaso de agua cristalina junto a suculentas uvas moradas, o los restos de una bebida envejecida desvaneciéndose con cenizas en un cenicero.

Desde la perspectiva de Dickert, sus pinturas encapsulan momentos que perduran. Más allá de los límites del lienzo, fuera del marco, existen personas sorbiendo de esos vasos e inhalando el humo de esos cigarrillos. Como una lupa, la obra de arte se centra en un aspecto específico de una escena cotidiana.

Karel Dickert revela mesas adornadas con una variedad de objetos hechos por el hombre: jarrones, espejos, copas de vino, cigarrillos y, por supuesto, ceniceros. Estos son elementos cotidianos que no podemos concebir vivir sin. Por otro lado, sin nuestra interacción, estos "instrumentos" serían simplemente materiales redundantes. Un cenicero abandonado en un campo, aplastado por bisontes salvajes o erosionado por ríos, parecería extrañamente fuera de lugar, inútil entre las malezas entrelazadas en esta máquina celestial en rotación que llamamos Tierra.

Nuestra existencia se entrelaza con historias y creencias. Una cena satisfactoria requiere platos de porcelana y cubiertos finos. Una vela debe arder, los tulipanes pertenecen a un jarrón. Aunque no son necesidades absolutas, estos accesorios narran una historia, al igual que la pareja sentada en esa mesa. Dickert pinta el relato desplegado en esa mesa y la danza intricada entre los objetos y las personas que interactúan con ellos. Los objetos se mueven dentro de la pintura, una danza rítmica grabada por capas de pintura, colores entrelazados y líneas que se entrelazan desde el trazo inicial hasta el toque final.

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